Fuente: chealth.cl
A medida que los adolescentes crecen, es natural la búsqueda de independencia, nuevos desafíos, así como tomar riesgos. Consumir alcohol es un riesgo que atrae a muchos adolescentes en desarrollo. Muchos quieren probar el alcohol, pero a menudo no reconocen plenamente sus efectos en su salud y comportamiento. Es común el experimentar con el alcohol y las drogas durante las adolescencia. Desgraciadamente, con frecuencia los adolescentes no ven la relación entre sus acciones en el presente y las consecuencias en el futuro.
Según el Informe sobre el Consumo de Drogas en las Américas 2019, elaborado por la Organización de Estados Americanos (OEA), Chile se encuentra en el número uno en consumo de estupefacientes. “En América del Sur, Chile se destaca con una tasa de consumo de marihuana sobre el 30%, seguido de Uruguay con un registro sobre el 15% y Argentina sobre el 10%”, expone el documento. Con respecto al consumo de cocaína, Chile vuelve a encabezar la lista a nivel continental. Nuestro país junto a Colombia y Canadá tienen una prevalencia del 2,5% en estudiantes de enseñanza secundaria.
Por otro lado, el mismo estudio de la OEA indica que de los ocho países de América del Sur de los cuales se tiene información sobre el consumo de pasta base, Chile lidera las cifras con un 2,7%. Mientras que Uruguay es el país con menor prevalencia, con un 0,5%. Sobre el uso de medicamentos tranquilizantes, sin prescripción médica, Chile vuelve a encabezar la lista a nivel continental. Tres países sudamericanos, Chile, Bolivia y Suriname tienen tasas que superan el 6%.
Según información del Consejo Nacional para el Control de Estupefacientes (SENDA), entre las causas de consumo de drogas se cuenta el mal uso del tiempo libre, la baja autoestima y la falta de información. Los adolescentes pueden estar comprometidos en varias formas con el alcohol y las drogas legales o ilegales. Estudios muestran que personas que comienzan a beber antes de los 15 años de edad, son cuatro veces mas propensos de cumplir con los criterios para la dependencia de alcohol en algún momento de sus vidas.
En el último Estudio Nacional de Drogas en la Población Escolar (Enpe), realizado por el SENDA a 46.628 escolares pertenecientes a 134 comunas a lo largo de las 16 regiones del país, demuestra en sus resultados que pese al trabajo en prevención, y si bien se ha logrado desacelerar su uso, el consumo de drogas sigue siendo elevado. Y según los resultados, es más crítico en las mujeres, quienes encabezan el uso de sustancias.
Así, las jóvenes declaran un mayor consumo de alcohol, el 32,5% dice haber bebido en el último mes, frente a un 27,2% de los hombres, y también de marihuana, pues el 27,7% admitió su consumo en el último año, por encima del 25,9% de los varones. Esto se repite en el caso de los tranquilizantes sin receta médica y en el uso de cocaína. Así, las últimas cifras aparecen como un empeoramiento del panorama de 2019, cuando el informe de la Comisión Interamericana para el Control del Abuso de Drogas ubicó a Chile en primer lugar frente al uso de drogas y estupefacientes, con una media de 13 y 14 años de edad para el inicio del consumo.
“Los adolescentes tienen menor conciencia de daño. Por ejemplo, la marihuana genera daños sicológicos y físicos en los jóvenes, pero ellos creen que no hace mal, o que les hará daño más adelante. Perdieron el miedo a engancharse a eso”, sostiene el director de Senda, Carlos Charme Fuentes.
El uso de las drogas y el alcohol está asociado con una variedad de consecuencias negativas, que incluyen el aumento en el riesgo del uso serio de drogas más tarde en la vida, el fracaso escolar, el mal juicio que puede exponer a los adolescentes al riesgo de accidentes, violencia, relaciones sexuales no planificadas y arriesgadas y el suicidio. Los padres y los profesores pueden desempeñar un papel importante en la formación de actitudes de los jóvenes hacia el alcohol. Estudios muestran que los niños cuyos padres participan activamente en sus vidas son menos propensos a beber alcohol. Por otro lado, estos estudios indican que un niño que a menudo ve a su padre en estado de ebriedad, tiene más probabilidad de emborracharse, a diferencia de un niño cuyos padres no lo hacen.